Una intervención en el comportamiento ética debe buscar siempre la mejora en el medio y largo plazo del estado emocional del perro, potenciando la gestión saludable de las emociones y el bienestar emocional. Definiéndose el éxito de la intervención por lograr esta mejora del estado emocional del perro además de por la aparición o desaparición de una conducta observable.
EL ESTADO EMOCIONAL DEL PERRO DURANTE LAS INTERVENCIONES EN SU COMPORTAMIENTO ES DETERMINANTE PARA DECIDIR LO QUE SE DEBE HACER Y LO QUE NO.
Creemos que nunca está justificado el uso sistemático de estímulos aversivos que generen en el perro estados emocionales negativos frecuentes, que llegan al umbral de miedo o son continuados, ni que hagan del adiestramiento una actividad desagradable para el perro, limiten o impidan su desarrollo y felicidad y/o supongan atajos para el entrenador.
Cuando la intervención sobre el comportamiento implica el empeoramiento sistemático y continuado del estado emocional del perro respecto a la situación previa a dicha intervención la intervención no es aceptable para nuestros criterios éticos.
También entendemos que todo proceso de educación y entrenamiento de carácter global, además de una mayoría de estímulos apetitivos debe necesariamente incluir el uso de algunos estímulos aversivos de baja intensidad para:
- Positivizar o al menos habituar al perro a elementos que serán comunes e inevitables en su vida, como la correa, las exploraciones veterinarias o el cepillado.
- Desarrollar la capacidad del perro de aprender a gestionar y responder de manera proactiva ante situaciones problemáticas.
- Aprender a gestionar el estrés de manera adecuada.
- Disminuir la aparición de ansiedad ante problemas leves.
- Generar sinergias entre las estructuras responsables del aprendizaje apetitivo y aversivo.
Las capacidades de aprendizaje aversivo han sido abusadas de manera sistemática durante la historia del entrenamiento de animales, siendo lógico y necesario que, al incorporar a los perros como parte de nuestra familia, haya terminado surgiendo una firme oposición a ese “todo vale” para conseguir conductas que nos resulten valiosas.
Sin embargo, es preciso conocer que el aprendizaje aversivo no existe en los animales para que los entrenadores puedan conseguir resultados a través del temor o la brutalidad, sino que tiene un fin adaptativo y es necesario darle un correcto desarrollo para mantener la salud emocional del perro y facilitarle la consecución de la felicidad.
Una educación sana pasa por dar al perro herramientas eficaces para gestionar las situaciones aversivas de forma competente, debiendo entenderse esta propuesta como un elemento educativo en pro del perro y no un simple recurso para la consecución de resultados en el aprendizaje y ejecución de destrezas.
Por tanto creemos conveniente el uso de un pequeño porcentaje de estímulos aversivos de baja intensidad, en el nivel de molestia y sin que nunca lleguen a generar miedo, para conseguir el desarrollo completo del perro, garantizar su buena salud emocional, disminuir el estrés y facilitar su correcta gestión, consiguiéndose con ello una mejora general de la calidad de vida del perro. No consideramos, sin embargo, que sea válido el uso generalizado o frecuente de estímulos aversivos para conseguir o fijar conductas.